Es verdad que es mentira
Cuando dices que me quieres
Cuando inventas lo que cuentas
Cuando sanas lo que hieres
Sé que la luna se apaga
No por mí, sino por ella
Que sólo soy la que a tu lado vaga
Que no soy ninguna estrella
Sé que esta lluvia no es llanto
Que solo dice verdades mentidas
Se también quererte tanto
Que puedo creerlas mientras me olvidas
miércoles, 10 de octubre de 2012
jueves, 16 de agosto de 2012
Canción sin melodía
Aplanar las calles
Evocando tu
sonrisa
Mirar hacia
adelante
Rodar con prisa
Dejar que las
ruedas
Pisoteen esta
pena
Intentando salir
De esta eterna
condena
Una luz de semáforo
Me indica que me
detenga
Ya vi antes esta
luz
Y no dejé que me
contenga
Porqué habría de
hacerlo ahora
Cuando todo está
hecho
Cuando no queda
nada
Cuando la marca
está en mi pecho
Aplanar las
calles
Pisotear esta
pena
Acelerar el
olvido
Dibujarte las
venas.
viernes, 10 de agosto de 2012
Capítulo IV: Juguetes eternos
Dos pasos…solo
dos pasos hacia adentro y tropezó con un camioncito de madera , de esos que no
hay en jugueterías caras, ni en tiendas del mercado, de esos que les venden a
la gente que no tiene con qué pagar uno de plástico, uno de metal, uno de
colores brillantes , con luces o control remoto.
De esos que sólo
le vendían a él y a otro puñado de gente que no conocía pero de quienes sabía
su situación porque todos vivían la misma realidad, esa realidad que compartía
un camioncito de madera cargado de pocas cosas materiales pero que pesaba por
la cantidad de esperanzas rotas que yacían inertes en su interior.
Un camioncito más…
ahora era un camioncito menos, que descansaba en mil pedazos en el piso frío de
cemento, exhibiendo sus extremidades por partes, presentándose en una forma
indeseable y triste.
Triste para él
que año tras año había ido destrozando emocionalmente a todo y a todos los que
le rodeaban y que solo ahora, solo esta noche , en la estupidez de su
alcoholizada humanidad lograba entender y ver todo lo que había hecho… y
deshecho en su vida.
Sólo ahora que de
forma física, tangible y visible, lograba comprender la gravedad de la
situación para los que había dejado atrás.
Una a una las
lágrimas tocaron el cemento, unas con rabia, otras con arrepentimiento y otras
más cobardes con autocompasión, pero todas al final con la repentina lucidez que
le proporcionaron esos dos desafortunados pasos que le quitaron un camioncito y
que le devolvieron la cordura.
El primer rayo
del sol atravesó su ventana polvorienta y él se incorporó para asearse.
Afeitó esa barba
que había dejado crecer junto con sus problemas y ordenó sus cabellos para
verse como antes de tener barba.
Planchó su ropa y
se fijó en cada arruga, en cada pliegue, en cada costura que tenía que ser
perfectamente allanada.
Perfumó su rostro
y salió de su casa, no era hogar, solo era casa.
Caminó durante
una hora y media y llegó a su destino, tocó la puerta y salió ella, la que
había conocido al hombre anterior , al hombre de la barba, al hombre de la
botella en la mano, al hombre que alguna vez antes de todo eso le había
conocido.
Detrás de ella
estaba otra persona, la otra persona que nunca la había abandonado, el que
había estado cuando él se iba, el que la había consolado cuando él la hacía
llorar, el que la había cubierto de besos cuando a él no le quedaban ya
sentimientos y el que estaba a su lado ahora que él ya no estaba.
Miró a ambos con
los ojos llenos de lágrimas, se dirigió al que estaba con ella y metió la mano
dentro del saco en un rápido movimiento de impaciencia y desesperación.
El que estaba con
ella sonrió, abrazó al hombre que estaba arrodillado y le besó el rostro mojado.
Su camioncito
pegado parte por parte nuevamente le pertenecía y como si nunca se hubiera roto
se alegró de tener de vuelta a su juguete y a su padre.
lunes, 6 de agosto de 2012
Capítulo III : Las Pastillas
El teléfono sonó y en su cabeza retumbó como si hubiera despertado
dentro de la campana de una iglesia.
Inclinada sobre el excusado y con los ojos inyectados de sangre pensó en
la posibilidad de correr a atenderlo, casi pudo escuchar la respiración de Bruno
en el auricular y se desesperó por limpiarse la boca.
Antes de poder incorporarse, el aparato dejó de sonar y ella con
resignación pensó en restarle importancia diciéndose a sí misma : " ...si
es importante volverán a llamar".
Bruno del otro lado se debatía entre volver a marcar su número a riesgo
de parecer insistente o dejar las cosas tal como estaban.
Ella terminó de cepillarse los dientes, dio una vuelta por la sala y
miró de reojo el teléfono y pensó que este le devolvía una mirada de fastidio.
Se obligó a no pensar mas en el asunto y miró dentro de la heladera, se
culpó por no haber tomado el helado de frutilla la noche anterior después de
poner sobre su lengua las 2 pastillas que le tocaban.
"Hoy voy a tener que tomarlo"-se dijo.
De nuevo su lengua transportó las pastillas hacia algún lugar donde se
convertían en algo que le hacía bien a su cerebro y destruía el resto de su
cuerpo.
Rápidamente se sirvió una taza de helado y se sentó en el sillón de la
sala.
Estaba saboreando la primera cucharada cuando el teléfono empezó a
gritar su nombre, así al menos se lo imaginó.
Levantó el auricular y dijo : "hol..." -y fue interrumpida.
-"...su compañía telefónica le informa que ..." .
Colgó el teléfono con violencia, se levantó del sillón y ... de nuevo el
teléfono...
- Hola! - dijo frunciendo el ceño.
Nadie dijo nada, y cuando estaba a punto de colgar ...
- Eh... ho..hola, yo...no sé si es buen momento... perdón si te
desperté.
Todo el ruido en su cabeza cesó , sus ojos se abrieron como si con esta
acción pudiera ver a su interlocutor, sintió el estómago frío y ...eso
podía ser por el helado.
-
No, no , sorry , pensé que era una llamada de la compañía telefónica.
-
Jajajajaja, a mí también me ponen de mal humor. Y entonces? Qué harás
hoy?
-
Lo mismo de todos los días Pinky, tratar de conquistar el mundo… persona
por persona …
-
¿Ah sí? , jajajaja , suena divertido, me ofrezco como voluntario
Bruno no pudo creer que había dicho
algo así.
Luna tampoco, se hizo un silencio
incómodo.
Y ella dijo : Bueno me avisas si sales,
yo estaré por ahí.
-
Claro - dijo él - … oye estás ronca, qué te pasó? Te estás resfriando?
-
No, nada que ver, es mi medicación, me hizo mal de nuevo y ya sabes cómo
es.
-
Uhh que jodido… oye si no podés salir hoy , yo entien…
-
No, no , esto se me pasa luego, nos vemos hoy. Ok?
-
Bueno , entonces … nos vemos.
Colgó el teléfono y no supo si tomar helado para refrescar el estómago o
enfriar sus sentimientos.
“En algún lugar de mi estómago debe estar mi alma no digerida, porque
estoy segura de que me la tragué”
Pensaba en esto y en su incapacidad de exteriorizar afecto por los demás:
abrazos, besos, cercanía con las demás personas. Eran cosas que de solo
pensarlas la ponían incómoda.
“Eleval, Kopodex, oxicodal…no recuerdo los demás” – se dijo.
Las cucharadas de helado pasaron de sólidas a líquidas entre pensamiento
y pensamiento.
“Algún día este hielo también se derretirá”
Buscó una manta y se quedó dormida.
La encontraba entre un charco de hielo derretido adornado por pastillas
anticonvulsivantes.
Y cuando quiso moverse, se vio de hielo.
sábado, 14 de julio de 2012
Capítulo II : El temor
Mi café ya frío se deslizó de golpe por mi garganta, apagué rápidamente mi cigarrillo y con fingida calma lo saludé desde mi vereda. A estas alturas ya habría notado mi nerviosismo... qué cagada.
Me devolvió el saludo y sonreí, él también me sonrió, por cortesía supongo.
En algún momento de todos los que compartimos, le conté lo de las convulsiones y todo eso, luego pensé que había sido una pésima idea ... "¿creerá que estoy loca?".
A veces cuando tenía el valor suficiente para salir de mi casa, me ponía los audífonos para no tener que escuchar lo que no me importaba, Bruce Dickinson sustituía los carajazos de un micrero, por una estrofa de "The trooper" y así el mundo era mejor.
Salía a caminar y sabía que nos íbamos a encontrar, los amigos de siempre, el lugar de siempre ... y nosotros. Hoy era uno de esos días.
Caminando en una estrecha vereda, Amy me dice al oído: "...i told you i was trouble, you know that i'm no good" ... - debería tener un cartel que dijera lo mismo- pensé yo.
- ¿Por qué no comías?- me preguntó.
- ...y entonces dije que no me iban a internar -dije yo, fingiendo no haber escuchado la pregunta.
- ¿Pero por qué no comías?
- ...después se olvidaron del tema y al final no me internaron.
No volvió a formular la pregunta, intuyó que no quería responder.
Él tenía esa facilidad para entender todo sin tener que decirle nada.
Eso era bueno, después de todo, un desorden alimenticio no era tema para una caminata.
Un latigazo de frío me azotó la cara. Le dije:
- Si el frío tuviera madre, estaría parada en esa esquina.
-Porqué????
- Porque hace un frío hijo de p...
Soltó una carcajada y luego se quedó mirándome, yo no quise devolverle la mirada tenía la sensación de que descubriría todo, hubiera mirado de frente a Medusa pero a él no.
- ¿Porqué hablás de morir? - me preguntó.
- ¿No sos vos el que dice que todos vamos a morir de algo?
- Sí pero lo digo pensando en mí.
Le miré de reojo y lo ví ponerse serio.
Seguro se habría acordado de algo, después de todo su seriedad no tendría que ser por mi hipotética muerte.
- ¿Dame quinto niñita?
Miré para abajo, su moreno rostro, las quemaduras en sus mejillas, sus ojotas que no resguardaban sus pies del frío y su mano extendida hacia mí.
- ¿Y tu mamá? - le pregunté.
Extendió su bracito hacia adelante señalándome a un personaje de oscuras vestiduras salpicadas de colores.
- ¿Vamos a comprarte un sandwich?- ella asintió con la cabeza.
A veces la posibilidad latente de morir, nos hace querer preservar la vida de los demás.
Me despedí de todos excepto de él.
- ¿Llevame a mi casa, porfa?
La sorpresa se dibujó en su rostro...
- Claro... claro...vamos.
No sabía si él hubiera querido quedarse, realmente no me importaba.
Dentro del auto me debatía entre abrir la caja que posiblemente desataría el caos entre nosotros, o tragarme la llave para no cometer el mismo error que Pandora.
- Llegamos - me dijo.
Me sentí incómoda por el ruidoso silencio de mis cavilaciones poco fructíferas a este punto.
- Ok. Gracias.
- A ver cuando nos vemos... No te pierdas.
Me devolvió el saludo y sonreí, él también me sonrió, por cortesía supongo.
En algún momento de todos los que compartimos, le conté lo de las convulsiones y todo eso, luego pensé que había sido una pésima idea ... "¿creerá que estoy loca?".
A veces cuando tenía el valor suficiente para salir de mi casa, me ponía los audífonos para no tener que escuchar lo que no me importaba, Bruce Dickinson sustituía los carajazos de un micrero, por una estrofa de "The trooper" y así el mundo era mejor.
Salía a caminar y sabía que nos íbamos a encontrar, los amigos de siempre, el lugar de siempre ... y nosotros. Hoy era uno de esos días.
Caminando en una estrecha vereda, Amy me dice al oído: "...i told you i was trouble, you know that i'm no good" ... - debería tener un cartel que dijera lo mismo- pensé yo.
- ¿Por qué no comías?- me preguntó.
- ...y entonces dije que no me iban a internar -dije yo, fingiendo no haber escuchado la pregunta.
- ¿Pero por qué no comías?
- ...después se olvidaron del tema y al final no me internaron.
No volvió a formular la pregunta, intuyó que no quería responder.
Él tenía esa facilidad para entender todo sin tener que decirle nada.
Eso era bueno, después de todo, un desorden alimenticio no era tema para una caminata.
Un latigazo de frío me azotó la cara. Le dije:
- Si el frío tuviera madre, estaría parada en esa esquina.
-Porqué????
- Porque hace un frío hijo de p...
Soltó una carcajada y luego se quedó mirándome, yo no quise devolverle la mirada tenía la sensación de que descubriría todo, hubiera mirado de frente a Medusa pero a él no.
- ¿Porqué hablás de morir? - me preguntó.
- ¿No sos vos el que dice que todos vamos a morir de algo?
- Sí pero lo digo pensando en mí.
Le miré de reojo y lo ví ponerse serio.
Seguro se habría acordado de algo, después de todo su seriedad no tendría que ser por mi hipotética muerte.
- ¿Dame quinto niñita?
Miré para abajo, su moreno rostro, las quemaduras en sus mejillas, sus ojotas que no resguardaban sus pies del frío y su mano extendida hacia mí.
- ¿Y tu mamá? - le pregunté.
Extendió su bracito hacia adelante señalándome a un personaje de oscuras vestiduras salpicadas de colores.
- ¿Vamos a comprarte un sandwich?- ella asintió con la cabeza.
A veces la posibilidad latente de morir, nos hace querer preservar la vida de los demás.
Me despedí de todos excepto de él.
- ¿Llevame a mi casa, porfa?
La sorpresa se dibujó en su rostro...
- Claro... claro...vamos.
No sabía si él hubiera querido quedarse, realmente no me importaba.
Dentro del auto me debatía entre abrir la caja que posiblemente desataría el caos entre nosotros, o tragarme la llave para no cometer el mismo error que Pandora.
- Llegamos - me dijo.
Me sentí incómoda por el ruidoso silencio de mis cavilaciones poco fructíferas a este punto.
- Ok. Gracias.
- A ver cuando nos vemos... No te pierdas.
martes, 10 de julio de 2012
Capítulo I : Desapariciones
Un poco somnolienta aún se dispuso a tomar su café de la mañana... a las 13:00.
Una sucesión de hechos confusos todavía rondaban en su cabeza tratando de encajarse como un puzzle en el que nada tenía sentido.
Todos los días trataba de repasar lo que había hecho el día anterior y lo que tenía por hacer en el día presente, algo simple para el resto de los mortales, una tortura para ella.
Hacía algunos años ya de la primera convulsión, algo a lo que ningún médico encontraba explicación. No era epilepsia, posiblemente un nervous breakdown... también los idiomas se le confundían.
Tres idiomas , uno de ellos el español, su lengua materna, a estas alturas un poco inservible ya que no recordaba muchas palabras y las reemplazaba con el inglés o el portugués.
"Tengo que leer más" se había dicho en innumerables ocasiones, pero también esto se le olvidaba.
"Tengo que volver a escribir" dijo también, pero le hacía falta un poco más de valor para hacerlo, en su cabeza no todo era tan simple como para pensarlo y hacerlo.
Los sueños extraños y la realidad confusa la sumieron en un ostracismo voluntario al que se entregó sin mucho esfuerzo como algo que no quería pero lo aceptaba.
"Alguna vez pensaste que no ibas a vivir mucho?" - me preguntó.
Yo no supe qué decir, ella solo respondió: "...yo lo pienso todo el tiempo".
Me dijo que a veces necesitaba alejarse del mundo para entenderlo. "...y cuando te alejás demasiado, dejás de existir... eso es lo que me está pasando"- me dijo.
A veces la veía salir al mundo, era un hecho extraño, casi una ocasión para celebrar.
No era que no tuviera amigos, tenía muy buenos amigos, sus "brujas" como ella les decía, un par de amigas incondicionales a las que visualizaba como a un Robin duplicado siempre al lado de esta Baticosa que era ella.
Su salida al mundo nunca se prolongaba como algo normal entre amigos, era más bien algo para decir: "no he desaparecido aún".
Nunca entendí su facilidad para jugar con las palabras, pero era muy divertido, ella decía que era porque solo estas la acompañaban todo el tiempo.
"Las palabras son mis 'bitches'" -me dijo entre risas- "...nunca me dejan aunque yo sólo las use".
Yo sabía que en algún momento de la charla, no importaba cuán interesante estuviera, ella se levantaría y diría: me voy.
Y nadie decía: quedate. Sabíamos que era inútil decirlo.
Yo solo le decía:"A ver cuando nos vemos, no te pierdas!".
En realidad quería decirle que no se alejara demasiado, no quería que desapareciera como ella decía que lo haría algún día.
Desde mi acera la observé exhalar una última bocanada de humo y terminarse su café.
Me gustaba ver cuando despeinaba su cabello mutilado como diciendo "eso fue todo" y entraba a su casa.
Esta vez sin embargo advirtió mi presencia.
Desde su vereda me saludó llevándose la mano hacia la visera imaginaria, "saludo de paco" como decía ella, la saludé de la misma forma y sonreímos.
Ella entró a su casa y yo tuve ganas de gritarle que no se alejara mucho... no quiero que desaparezca.
Una sucesión de hechos confusos todavía rondaban en su cabeza tratando de encajarse como un puzzle en el que nada tenía sentido.
Todos los días trataba de repasar lo que había hecho el día anterior y lo que tenía por hacer en el día presente, algo simple para el resto de los mortales, una tortura para ella.
Hacía algunos años ya de la primera convulsión, algo a lo que ningún médico encontraba explicación. No era epilepsia, posiblemente un nervous breakdown... también los idiomas se le confundían.
Tres idiomas , uno de ellos el español, su lengua materna, a estas alturas un poco inservible ya que no recordaba muchas palabras y las reemplazaba con el inglés o el portugués.
"Tengo que leer más" se había dicho en innumerables ocasiones, pero también esto se le olvidaba.
"Tengo que volver a escribir" dijo también, pero le hacía falta un poco más de valor para hacerlo, en su cabeza no todo era tan simple como para pensarlo y hacerlo.
Los sueños extraños y la realidad confusa la sumieron en un ostracismo voluntario al que se entregó sin mucho esfuerzo como algo que no quería pero lo aceptaba.
"Alguna vez pensaste que no ibas a vivir mucho?" - me preguntó.
Yo no supe qué decir, ella solo respondió: "...yo lo pienso todo el tiempo".
Me dijo que a veces necesitaba alejarse del mundo para entenderlo. "...y cuando te alejás demasiado, dejás de existir... eso es lo que me está pasando"- me dijo.
A veces la veía salir al mundo, era un hecho extraño, casi una ocasión para celebrar.
No era que no tuviera amigos, tenía muy buenos amigos, sus "brujas" como ella les decía, un par de amigas incondicionales a las que visualizaba como a un Robin duplicado siempre al lado de esta Baticosa que era ella.
Su salida al mundo nunca se prolongaba como algo normal entre amigos, era más bien algo para decir: "no he desaparecido aún".
Nunca entendí su facilidad para jugar con las palabras, pero era muy divertido, ella decía que era porque solo estas la acompañaban todo el tiempo.
"Las palabras son mis 'bitches'" -me dijo entre risas- "...nunca me dejan aunque yo sólo las use".
Yo sabía que en algún momento de la charla, no importaba cuán interesante estuviera, ella se levantaría y diría: me voy.
Y nadie decía: quedate. Sabíamos que era inútil decirlo.
Yo solo le decía:"A ver cuando nos vemos, no te pierdas!".
En realidad quería decirle que no se alejara demasiado, no quería que desapareciera como ella decía que lo haría algún día.
Desde mi acera la observé exhalar una última bocanada de humo y terminarse su café.
Me gustaba ver cuando despeinaba su cabello mutilado como diciendo "eso fue todo" y entraba a su casa.
Esta vez sin embargo advirtió mi presencia.
Desde su vereda me saludó llevándose la mano hacia la visera imaginaria, "saludo de paco" como decía ella, la saludé de la misma forma y sonreímos.
Ella entró a su casa y yo tuve ganas de gritarle que no se alejara mucho... no quiero que desaparezca.
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