Dos pasos…solo
dos pasos hacia adentro y tropezó con un camioncito de madera , de esos que no
hay en jugueterías caras, ni en tiendas del mercado, de esos que les venden a
la gente que no tiene con qué pagar uno de plástico, uno de metal, uno de
colores brillantes , con luces o control remoto.
De esos que sólo
le vendían a él y a otro puñado de gente que no conocía pero de quienes sabía
su situación porque todos vivían la misma realidad, esa realidad que compartía
un camioncito de madera cargado de pocas cosas materiales pero que pesaba por
la cantidad de esperanzas rotas que yacían inertes en su interior.
Un camioncito más…
ahora era un camioncito menos, que descansaba en mil pedazos en el piso frío de
cemento, exhibiendo sus extremidades por partes, presentándose en una forma
indeseable y triste.
Triste para él
que año tras año había ido destrozando emocionalmente a todo y a todos los que
le rodeaban y que solo ahora, solo esta noche , en la estupidez de su
alcoholizada humanidad lograba entender y ver todo lo que había hecho… y
deshecho en su vida.
Sólo ahora que de
forma física, tangible y visible, lograba comprender la gravedad de la
situación para los que había dejado atrás.
Una a una las
lágrimas tocaron el cemento, unas con rabia, otras con arrepentimiento y otras
más cobardes con autocompasión, pero todas al final con la repentina lucidez que
le proporcionaron esos dos desafortunados pasos que le quitaron un camioncito y
que le devolvieron la cordura.
El primer rayo
del sol atravesó su ventana polvorienta y él se incorporó para asearse.
Afeitó esa barba
que había dejado crecer junto con sus problemas y ordenó sus cabellos para
verse como antes de tener barba.
Planchó su ropa y
se fijó en cada arruga, en cada pliegue, en cada costura que tenía que ser
perfectamente allanada.
Perfumó su rostro
y salió de su casa, no era hogar, solo era casa.
Caminó durante
una hora y media y llegó a su destino, tocó la puerta y salió ella, la que
había conocido al hombre anterior , al hombre de la barba, al hombre de la
botella en la mano, al hombre que alguna vez antes de todo eso le había
conocido.
Detrás de ella
estaba otra persona, la otra persona que nunca la había abandonado, el que
había estado cuando él se iba, el que la había consolado cuando él la hacía
llorar, el que la había cubierto de besos cuando a él no le quedaban ya
sentimientos y el que estaba a su lado ahora que él ya no estaba.
Miró a ambos con
los ojos llenos de lágrimas, se dirigió al que estaba con ella y metió la mano
dentro del saco en un rápido movimiento de impaciencia y desesperación.
El que estaba con
ella sonrió, abrazó al hombre que estaba arrodillado y le besó el rostro mojado.
Su camioncito
pegado parte por parte nuevamente le pertenecía y como si nunca se hubiera roto
se alegró de tener de vuelta a su juguete y a su padre.
2 comentarios:
nice pulguita.
me gustó.
increible muy wenisisisisisismo casi lloro!!!
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