Me hundí en tu boca mientras hablabas, caí en un espiral
formado por tus palabras, me sumergí gustoso en tus opiniones y apreciaciones
de cada tema que tocabas. Mis ojos se iban cerrando al compás de cada sílaba que
pronunciabas.
Te respiraba. Ya no era oxígeno, eras vos y yo te respiraba.
Me decías las cosas a mí y sólo a mí… hasta que en tus
labios se dibujó una sonrisa amplia, más amplia que mi admiración por vos,
volteaste la cabeza y le preguntaste: “no
es cierto?”
Y él, con esa sonrisa que quería borrarle a golpes, te
respondió: “absolutamente”.
Tomó tu mano y la besó y vos reíste como si fuera el primer beso de tu vida , y junto con vos , todos los de la mesa.
Tomó tu mano y la besó y vos reíste como si fuera el primer beso de tu vida , y junto con vos , todos los de la mesa.
Sentí que las risas
caían sobre mis espaldas como bloques de cemento… pero yo también reía.
Nos levantamos de la mesa y cada quien se puso su abrigo. Él
te ayudó con el tuyo y vos volviste a regalarle una sonrisa.
“2-0” pensé.
No es mi mayor virtud recordar esas cosas.
Yo todavía te respiraba, pero ahora sentía que me ahogaba, que
me habías ignorado y que ahora te estabas yendo y aún así te adoraba. Que te
habías reido con otro y que otro había besado tu mano y que aún así iba a
querer esa sonrisa y esa mano para besar.
“Bruja! Esto es cosa de brujas!” pensé mientras trataba de entenderme.
“Bruja! Esto es cosa de brujas!” pensé mientras trataba de entenderme.
“Me acompañás?”
Tus grandes ojos frente a mí y mis pulmones se volvían a
llenar de vos.
“Claro” dije y sonreímos.